Los impactos futuros del COVID-19, en profundidad de daño y tiempo de recuperación en términos humanos, sociales y económicos son incógnitas que difícilmente podemos despejar en este momento.

Nadie sabe a ciencia cierta a qué nos enfrentaremos mañana, pero sí podemos augurar que será complicado que todo vuelva a ser igual después de la pandemia. En cualquier caso, no me siento cómodo con los términos “nueva normalidad” o “distancia social”… tienen más de distopía que de estado transitorio hasta volver a recuperar nuestra libertad, con las garantías necesarias y suficientes. Por lo tanto, nos enfrentamos a una “realidad distinta”, que sin duda traerá cambios más profundos que los que podemos vislumbrar en este preciso momento.

En esta línea, son muchas las voces autorizadas que pronostican el papel protagonista de la tecnología en los procesos de recuperación de los diferentes sectores económicos. Es una evidencia la relación entre crecimiento económico y avance tecnológico. Sabemos también que, con cada nuevo paradigma, el impacto de la innovación es superior al anterior.

Con todo lo expuesto, es aceptable considerar que la tecnología es ya y desde hace años el sector económico más importante del planeta. Basta ver la capacidad de transformación sectorial, en comparación de lo que implicaron la máquina de vapor o la electricidad.

Leía recientemente en “the Conversation.com” un artículo muy interesante que empezaba con una introducción muy sugerente “la crisis existencial que vive la industria turística.” El turismo ya se enfrentaba pre pandemia al mismo reto que muchos otros sectores productivos, como incorporar innovación a todo el proceso de su cadena de valor para continuar manteniendo el liderazgo mundial. Pero esta necesidad, en ningún caso, fue planteada asociada a un escenario de reactivación total.

Las señales de esa reactivación, si bien débiles y tremendamente condicionadas por multitud de elementos todavía, implican que las empresas están cambiando la marcha y preparan los escenarios post COVID y que, a nuestro entender, se dividen en dos:

  • A corto y medio plazo:
  1. Identificación y reactivación de la demanda.
  2. Estar atentos a los procesos de M&A
  3. Mantener las estrategias más eficientes adoptadas durante la crisis. Control de costes
  4. Acelerar los procesos de Transformación Digital
  • A largo plazo:
  1. Planificación de una estrategia postcrisis sobre escenarios radicalmente diferentes al actual.
  2. La demanda cambiará sustancialmente y requerirá una reconversión profunda a nivel de empresa para conseguir ofrecer palancas de valor en mercado que nos aseguren competitividad futura.

Estos meses de dura travesía por un desierto, donde además de un impensable 0 económico hemos experimentado una merma en nuestras libertades individuales y se han realizado (y se siguen realizando) sacrificios personales y empresariales importantes, han servido, no obstante, para encontrar momentos de introspección, que han permitido revaluar prioridades y aprender a tomar decisiones sobre lo que efectivamente funciona o no, de una forma mucho más rápida y efectiva.

Hemos visto como muchas empresas se han adaptado muy rápidamente al trabajo desde casa, se han reorientado perfiles, adaptado procedimientos, se han intensificado los procesos de formación y, sobre todo, se ha descubierto un alto nivel de empatía entre clientes, proveedores, compañeros de trabajo, administración, etc. nunca considerado. De hecho, la empatía que se utilizaba de forma habitual, no se aplicaba de manera efectiva. Los objetivos de cada uno siempre estaban por encima de cualquier otra consideración. Así que disfrutemos de este estadio el tiempo que dure.

Pero todos los que de una forma u otra intervenimos en la cadena de valor del sector turístico, hemos tenido que reformular nuestros objetivos para seguir siendo competitivos en ese mañana que vamos a afrontar. Una empresa como la nuestra, donde se conjugan pasión y vocación por la tecnología y el turismo, tiene el deber y la obligación de continuar ofreciendo las soluciones más innovadoras adaptadas al nuevo paradigma al que se enfrenta el sector turístico, provocado por la crisis sanitaria y por la inevitable realidad de transformación tecnológica.

Esperemos que los primeros signos de recuperación indiquen una tendencia que, aunque lenta, sea progresiva y permita volver a generar riqueza. Sin olvidar las lecciones vitales que tanto a nivel empresarial como personal hemos aprendido durante estos meses de confinamiento. Y en esta ocasión, nada debe caer en el olvido si de verdad aspiramos a superar la contingencia y todas las secuelas aún por descubrir y que de momento ofrecen un horizonte muy complicado. En él, aun a riesgo de ir en contra de algunas versiones oficiales, económicamente saldremos muy mal parados. Y eso complicará a medio plazo la capacidad de inversión en futuro.

Esta es la paradoja que nos depara el post COVID: la necesidad de innovar y acelerar en transformación digital como uno de los grandes puntales de la competitividad futura, contra la realidad de unas arcas empresariales muy deterioradas por una situación económica inimaginable hace solo unos pocos meses, y que condicionarán sensiblemente la capacidad de competitividad de la empresa.

La colaboración entre empresas y sector público debe ser la palanca para los planes estructurales a medio y largo plazo, donde se apueste por la necesaria reactivación de la actividad empresarial, como medio más importante para volver a generar riqueza. Hemos aprendido muchas lecciones en poco tiempo, apliquémoslas. Yo, al menos, “no quiero seguir llevando mascarilla el resto de mi vida”.

 

 

 

 

 

 

Jaume Monserrat

CEO & Co-founder Dingus / Hitt Group